miércoles, 9 de enero de 2019

Voy a rendirme

Voy a rendirme. Sí, voy a rendirme. Y no es por cobardía, no, no. Voy a rendirme porque es mejor así. Porque  lo que une a dos personas es realmente inconstante. El sentimiento es frágil. Y aunque no lo sepas, siento que estos sentimientos no tienen a donde ir…
No quiero sentirme así. No quiero enamorarme, porque enamorarse es perder y yo no quiero perder.
Sé lo que piensas pero no me juzgues a la ligera, siento tanto desilusionarte, pero a veces en la vida las decisiones que una toma suelen ir por un camino  cruel.
Lo admito. Desde el principio este sentimiento fue experimentado; una prueba. Había el feliz sabor de observar, también el amargo sabor de desear… Y es un deseo que no puedo ponerlo en palabras.
Si, voy a rendirme, porque no quiero trasgredir esa relación con alguien más. No quiero esa amabilidad hacia mí  porque tu bondad empieza a doler, comienza con un hormigueo que se desliza hasta mi cintura, no quiero que llegue a mi corazón, no es justo para mí.
Ahora me tomaré un respiro, daré unos pasos hacia atrás y tomaré un camino más alejado. Un poco de distancia hace bien. Una vez que me rinda calmaré mi corazón y apaciguaré mi alma. Y después de eso, cuando todo pase…Volveré.
Así que ¿Puedes esperar?

sábado, 17 de noviembre de 2018

Un libro que se mudó en una habitación de este corazón

Hay un libro que en estos últimos meses ha sido mi compañía en mis agobiantes viajes de los viernes y se volvió un bálsamo en mis tardes silenciosas después de acabar el trabajo.
He pensado que los libros son como pilotos que te llevan de viaje por lugares insospechados, que puedes flotar aunque pises el suelo y que puedes soñar aunque estés despierta. Me pasa cada vez que me aventuro en sus páginas.
Todas las historias de este bello libro me atraparon, me dieron una sacudida y hasta me robaron una que otra lágrima caprichosa.
Empecé aventurándome en la página “No siempre fuimos cuatro”; recordé las amistades que llegan a su tiempo, te invaden la vida y se estacionan en tu corazón.   Me dejé envolver por “Hoy ten miedo de mí”; ¿Cuánto poder tiene una canción? Diría que mucho, más aún si te conecta siempre a alguien. Tomé unas bocanadas con “El Dolor es bueno”. Claro, el dolor es inevitable, superarlo nos hace más fuerte. Unas páginas más y llegué a “Las cajas”; un sinfín de momentos de la vida, pasando de caja en caja y personalmente, llevo una bella caja conmigo. Me dejé caer en “El libro de los abrazos”; estoy segura que si empiezas las primeras páginas de Eduardo Galeano no te despegarás de ellas, yo por experiencia tengo uno desde el 2012. Llegando a “La Pasión de vivir” y aquí hago una pausa, leerlo se me forma un nudo en la garganta. Pienso cuanto adoro a mi hermana; cuanto compartimos, una confidente del día a día… Ahora estoy adentrándome en “La pulga de capote”, ese fragmento que en primera fila escuche desde los labios de la autora. Un bello fragmento que te deja deseando más.
Podría contar otros pasajes de este libro pero me tomaría unos días enteros por escribir todos. Ahora voy rebobinando y volviendo a leer unas historias más veces que otras. Es divertido, es nostálgico, es atrapante y relajante.

La protagonista de esta historia y autora de este libro, es alguien a quién quiero profundamente. Y en lo personal, es una persona que admiro con total pasión.

Pienso que el destino es caprichoso. Hace tiempo, si mi memoria no me falla, aquel 2011 en una edición de Letrasértica encontré un fragmento suyo. Solo me di cuenta cuando ya lo había comprado. Esa fue la primera vez que supe de ella desde algo impreso… Me lleno de gusto pero también de nostalgia. Al igual que el cruce en la edición del Diario correo años después.  O  un día del 2017 estando yo en un bus la vi caminando por una avenida, se me erizo la piel y hasta tuve el impulso de bajarme a saludarla, aunque entrando en razón ¿Qué haría? Pero bueno, esas historias son pasadas. El presente es otra historia, otra página, otra edición.

Debo decir, que en mis escritos siempre he sido de contar las despedidas, porque esas ya no duelen, no resuenan ni me agitan el corazón… pero escribir de bienvenidas, eso es algo más reciente, más tangible, te aprieta el corazón.
En serio, me es más fácil escribir las despedidas pasadas que las bienvenidas presentes. Y es que la llegada de este libro con la autora y la otra historia que se encierra detrás te hacen desprender del suelo; los nervios, los miedos y la felicidad  están a flor de piel…

Este es un libro que se mudó en una habitación de este corazón, que celosamente se instaló y está rodeada con el olor a pintura fresca. Así que diré; bienvenida mi más preciada adquisición que ahora descansa al lado de mi libro: Rimas y leyendas de Gustavo A. Bécquer, otro  libro muy preciado de mi infancia.
Y sobre todo(a riesgo de no saber que está pensando) bienvenida letra G. También reencontrarnos este año ha sido el mejor regalo que he tenido, quisiera que siempre fuera así.

lunes, 12 de noviembre de 2018

La letra C que perdí…

Un día soleado. Un verano largo. Un tiempo que ya no cuento desde mis labios. Un recuerdo que a tropezones se fue de mis manos. Aquel día de verano; sobre la arena, observando el mar y bailando con el viento, habíamos conquistado la felicidad momentánea.  
Como jugando a la orilla del mar, nos encontramos tú y yo dibujando objetos sin forma sobre la arena. Hablando y compartiendo historias pasadas y futuros inventados; con las miradas encendidas y de sonrisas cómplices.

Te dije – ¡mira! – Había dibujado en la arena tu nombre con adornos, lo hice sin pensar pero me gusto lo que hice. Me observaste y sonreíste. No sé qué pensabas pero después de un rato me llamaste y me enseñaste lo que habías hecho en la arena, que a modo de devolverme el gesto pusiste mi nombre.
Me pareció un bello detalle, aunque noté que le faltaba una letra. Por un momento me sentí incompleta, te hice saber que no podía dejar mi nombre así. Y aunque dijiste que luego lo arreglarías eso nunca pasó.

La letra C que perdí, la letra que no me regresaste. En ese entonces dolió y dolió más sentir el olvido que se quedó en aquel verano…

miércoles, 24 de octubre de 2018

Aquel día de los corazones


Aún recuerdo…aquel día de los corazones con sabor agridulce que estuvieron acompañados.

En ese momento; cada segundo compartido, cada sonrisa entregada, cada beso robado, cada tristeza apagada, lo han sido todo y a la vez casi nada. Sentí que nos faltaba tanto por vivir, tanto por crecer... tanto que compartir.

En aquel entonces, entorpecida por ese amor pensé ¿Si estaba siendo feliz que más se podía pedir? Aún no lo había aceptado pero existía el incansable  deseo de amar y ser amada, que anhelaba que los intentos nunca murieran torturados, o que las sonrisas y los gestos no fueran forzados. Pensaba en el tú y yo; en los sueños compartidos, en los desgastados, aquellos que se perdieron porque el tiempo nos hizo agonizar hasta olvidar aquellos sueños.

Quería seguir siendo parte de tu presente; seguir dándote compañía cuando te sentías más sola, seguir colmándote de sentimientos nuevos en cada gesto regalado de mi parte… quería ser ese presente, pero hoy ya todo es ausente.

Aquel día de los corazones…aquel San Valentín. Me perdiste.



lunes, 8 de octubre de 2018

Una amante vencida


Le conocí en una noche calurosa, un día cualquiera, un día más en el calendario donde evadía a las personas y las relaciones personales.
Cuando le conocí; no tuve ninguna reacción, nada extraordinario, ni el cosquilleo que siento en la garganta, sin embargo no pude dejar de prestar atención a sus acciones; era como si estuviera estudiando a este personaje enigmático.
¡Que egoísta! – es lo que pensaba en mi cabeza. Porque así lo note, le sentí una persona egoísta;  haciendo y deshaciendo todo sin control. Tomando ventaja de cualquier situación, hasta que de un momento a otro me di cuenta del anillo que llevaba en el dedo anular. No le pregunte, no quise indagar ni bombardear de posibles cuestionarios que no respondería aquel día, ni mucho menos los demás días que pasaran.
El pasar del tiempo me hizo bajar la guarda, empezaba a disfrutar de la compañía, y eso me hizo olvidar el detalle de dicho anillo.
Un día lo dije – “Tienes a alguien, ya lo sé”…observe su expresión y una sonrisa suave se formó en su rostro. Aquella vez aunque siempre lo supe igual dolió. Dices que fui la única que ha mirado más allá de tu egoísmo. Tal vez yo tuve temor de confrontar la situación. Y es que tenía miedo de quedar fuera, pero no había caído en cuenta que jamás estuve dentro…
Hay un pasatiempo en esto, o es lo que ambos hemos pactado pero ¿Es normal que una anhele a su amante?
“Con esa indiferencia en tu rostro, me mientes. Te ríes hasta que no puedes más.
Lo único que tendremos será diversión - me dijiste. Y después de todo ya te vas, te alejas. Y ya sé lo que dirás; no importa, tus palabras no me pesan, no resuenan y no me agitan. Todo pasa; el tiempo se lleva todo y con eso basta. Así que no esperes que lo entienda, no esperes que sea considerada.”
 
Seguí convenciéndome a mí misma que nada importaba. Pero después de todo sentí que había perdido. Que en este “juego” nunca iba ganar, que saldría perdiendo desde el principio. Me sentí derrotada, una amante vencida.

Llegó aquel último día. Y digo último porque jamás nos volvimos a ver. Termino con un último beso; esos que saben amargos, los más difíciles porque llevan una despedida en su tacto. Esto me regresará la voluntad para decir adiós. No mirar atrás, ni llevar dichos recuerdos como equipaje. Al menos es lo que me repetí aquel día.

Después de muchas cosas de la vida, solo el tiempo me devolvió la tranquilidad.